martes, 29 de diciembre de 2009

Insignificancia

Que el hombre contemple, por lo tanto, la naturaleza entera de su alta y plena majestad; que aleje su vista de los bajos objetos que le rodean. Que mire esa brillante luz puesta como una lámpara eterna para iluminar el universo; que la tierra le parezca un punto comparada con la extensa órbita que describe, y que se asombre al ver que esta vasta órbita ella misma no es más que un punto muy fino al lado del que los astros que ruedan por el firmamento abarcan. Pero si nuestra vista se detiene allí, que la imaginación pase más adelante, más pronto se cansará de concebir que la naturaleza de suministrar. Todo este mundo visible no es más que un trazo imperceptible en el amplio seno de la naturaleza. No hay idea que nos acerque a ello. Por más que inflemos nuestros conceptos más allá de los espacios imaginables, no engendramos más que átomos en comparación a la realidad de las cosas. Es una esfera infinita cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.
(Blaise Pascal, Pensamientos, 84)



martes, 22 de diciembre de 2009

Lotería

¿Escribiría todo esto si me hubiese tocado hoy la lotería? En realidad, si me toca semejante pastizal es probable que no volviese a escribir en mi vida, que es cosa de pobres usar esta anticuada tecnología. Era complicado porque no jugué, sólo tenía una participación de participación, pero para lo que me iba a tocar estoy mejor así.
Y por ir como siempre como los salmones, tengo que decir que no me gusta la lotería. Y no es por los castrati de San Ildefonso ni por la brasa de hoy en los telediarios (que parece que no hay más noticias que ver a mamaos restregándonos su millonada por las narices). Lo digo porque no me parece bien el concepto de "lotería del Estado". Ya he comentado alguna vez que lo opuesto al comunismo no es el capitalismo, es la lotería: en lugar de repartir el dinero entre todos, vamos a poner todos un poquito para que se lo lleve uno solo. Ya sé que la mayoría no juega por el dinero, que es por la ilusión de pensar que algún día no pasaría nada si nos limpiásemos el hojaldre con un billete de 50. Quién no ha tenido esa conversación en la que se imagina su coche pagado, la hipoteca resuelta... y ya puestos, los viajes, el yate y el centenar de esclavos haciendo todo aquello que nunca quisimos hacer. El dinero no da la felicidad, dicen; y para qué quiero felicidad si tengo dinero!!
Pues bien, lo que digo es que me parece triste que una sociedad, un Estado que (se supone) pretende, con su sistema educativo y sus mútiples instituciones, convertirnos en gentes de bien, que seamos capaces de conseguir y realizar adecuadamente un trabajo y que respetemos al resto de seres humanos y las leyes que pretenden precisamente esto, sea el que al mismo tiempo nos llena la cabeza con la aspiración de poder jubilar a nuestros nietos y construir una familia o simplemente una vida sin dar un palo al agua o si acaso hacerlo por pura diversión, por no seguir aburriéndonos contando billetes, sin otro mérito ni esfuerzo que el de la coincidencia de los números de una bolita y de un papel que por un misterioso azar tenemos en la mano. Mi pregunta es por qué un Estado premia de semejante forma algo que carece de cualquier tipo de mérito, esfuerzo o cualquier otro de esos valores con los que habitualmente se le llena la boca a nuestra amada clase política. Dios me libre de empalagar a nadie afirmando que lo importante son los sentimientos y las personas y no el dinero. No. Para eso os ponéis una peli de esa estalactita llamada Walt Disney y os enseñará que la belleza está en el interior y que Simba tiene que gobernar sobre toda la naturaleza porque es el puto rey león, y los demás a callar y punto.
Pero mis aspiraciones no son tan elevadas; sólo quiero llamar la atención sobre el hecho de que los propios Estados nos hagan soñar con una vida que no merecemos y lo asqueroso que es tener que ir a trabajar el lunes por la mañana para vivir como un miserable, que ni juntando lo que habría ganado en doce vidas tendría la cuarta parte de aquél que contaba con el inigualable e indiscutible mérito de tener el 42 de complementario o haberle puesto una x al Córdoba-Las Palmas.
Y ya que estamos, quiero acabar con un hermoso juego de palabras.
¿Qué es Pluto? Pues, primero, el nombre latino del dios (y planeta enano) al que llamamos Plutón, divinidad del inframundo que se corresponde con el griego Hades. Es también el infrachucho creado por la citada estalactita, que parece empeñado en hacer méritos para ser sacrificado. En tercer lugar, es el dios griego de la riqueza, personificación de la abundancia (del vocablo "ploutos") y que da nombre, por último, a una obra de Aristófanes que os recomiendo, quien sabía criticar y oferecer moralejas más inteligentes y menos ñoñas que cualquier productor de Holywood, y cuyo contenido me quedo con ganas de resumir. Al menos contaré que Pluto fue cegado por Zeus para que repartiera la riqueza sin miramientos y al final resultó que el dinero se distribuyó de manera aleatoria, sin relación alguna con el mérito o la virtud.

viernes, 11 de diciembre de 2009

No encuentro palabras para decirlo....

... y a veces siento que el pensamiento es un idioma de signos sin sentido.
Frase que siempre me ha parecido magnífica. Especialmente apropiada, además, para los Héroes del Silencio, que parecen empeñarse en hacer del lenguaje poco más que un conjunto de sonidos o hasta ruidos (con joyas como "¿querrías tú pintar una casa con alas?" o aquélla de "donde el hombre se asfixia escribe un testamento en Chile negro"). Es verdad que las palabras extrañas y las combinaciones de las mismas ofrecen resultados muy poéticos, pero a mí me resultan bastante irritantes.
En fin, siento que el pensamiento. ¿Es que se siente el pensamiento o sólo se quería evitar la repetición de "pienso que el pensamiento"? Da igual. La cuestión es que el pensamiento, o el lenguaje, que es lo mismo, pero pronunciado o escrito (porque se piensan palabras y frases y no situaciones o acontecimientos, que eso ya es imaginación), parece verdaderamente un idioma de signos sin sentido. A mí por lo menos sí. No sé si es habitual experimentar algo que para mí es cotidiano, como leer o escuchar a alguien y tener la duda de saber si esas palabras pertenecen a tu propio idioma. Y supongo que generaré la misma impresión en los demás, pues a veces yo mismo no tengo claro lo que digo ni lo que hago.
¿Y qué es el sentido? Pues quizá una pregunta sin sentido. Porque no todos entendemos lo mismo al oír las mismas palabras, porque comprender es fusionar ese sonido con lo que uno sabe, piensa y cree, porque nadie puede salir de sí mismo y pensar lo que otro piensa y sentir lo que otro siente, y lo que para ti tiene pleno sentido para mí es completamente absurdo. Porque la vida misma no tiene sentido, más que el que uno mismo sea capaz de inventarse. Porque hay palabras como mesa y casa que tienen referencia, el objeto tangible al que se refieren. Pero hay otras que sólo tienen sentido, la mayoría. Y no digo ya justicia o esperanza, sino casi todas las que utilizamos habitualmente. (Y no quiero entrar en terminología política del tipo "desde el talante" o "haremos todo lo posible" que intencionadamente no tienen ningún sentido, aunque hay que reconocerles la capacidad de hablar sin decir nada, que no es fácil).
Dicen que si pusiéramos a mil monos a aporrear un teclado durante mil años, acabarían escribiendo Hamlet. Dudo que un matemático aprobase estos cálculos. Las comibaciones de veintisiete letras son virtualmente infinitas y creo que ninguna de ellas es capaz de hacer pensar lo mismo a dos personas.
Dicen también que los niños aprenden a hablar imitando. Oyen papá y mamá y lo dicen. Y oyen perro y gato y lo dicen también. Pero al poco son capaces ya de inventar millones de frases que nunca antes habían oído, de crear pensamientos nunca pensados. Palabras con sentido para el que las dice, pero qué difícil es hacerse entender. Que me lo digan a mí, que ni entiendo ni me hago entender.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Naturaleza

Busco la palabra en el diccionario: tiene 18 acepciones y ninguna me gusta. La primera dice que es la esencia y propiedad característica de cada ser, lo cual, en cierto modo, dista mucho de los que los primitivos griego, que eran físicos, entendían por naturaleza. Me sorprende aún más que la segunda tenga un sentido religioso, en cuanto opuesto a la Gracia. La tercera, más habitual, afirma que es el conjunto, orden y disposición de todo lo que compone el universo. La naturaleza es el todo. Y la cuarta dice que, en sentido filosófico, es lo que se opone al artificio.
Hay una expresión muy típica y algo cursi: amante de la naturaleza. En cierto modo, casi todos creemos serlo. ¿Por qué? Porque me gustan los pajarillos, las montañas, los árboles y el mar. Muy bonito. Y es que la naturaleza es muy sabia, decimos. Es el hombre su cáncer, el que la está destruyendo. Sólo el hombre, segñun una expresión que habría de desterrarse para siempre, puede obrar contra natura, invirtiendo el orden lógico y normal del universo todo. Hay una tradición que nos aconseja vivir según la naturaleza, y yo mismo tengo dudas acerca de si no seríamos más felices comiendo las cosas del suelo y copulando unos con otros indiscriminadamente y en público (en cualquier caso, ya estamos tarde).
Pero me pregunto: ¿por qué es lo natural que el hombre se comporte como un perro? ¿no es más natural que sigamos las directrices que nos marca nuestra propia naturaleza? Bien pensado, lo natural es que creemos ricas y variadas formas de cultura, que hagamos plásticos con petróleo y que nos demos cientos de normas (con diversos grados de estupidez) a cada momento. ¿Por qué es más natural intentar conservar especies que extinguirlas si somos el más violento de los animales? Quizá porque sabemos que está en juego la propia supervivencia, que parece ser el principio más evidente de lo natural. Y, sin embargo, hay gente que se suicida y desea morir, y eso no parece natural. ¿no es también una posibilidad natural de los seres humanos? No entiendo que lo artificial no sea natural, que mi ropa y mi ordenador no sean tan naturales como una tela de araña, pues todas son complejas elaboraciones de distintas materias primas. Porque en el hombre lo natural es la cultura. Y me parece hasta natural que destruya la propia naturaleza (esto es sólo una reflexión, no una propuesta).
¿dónde quiero llegar con todo esto? Pues a algo bastante sencillo y obvio: que la naturaleza es tan hermosa como cruel y repugnante.
El otro día, en contra de mi voluntad, contemplé un espectáculo en el que una rana se comía un ratón. Repugnante, como digo. Yo veía un asesinato donde otros veían simplemente algo tan natural como el alimentarse de un gigantesco batracio. Y con razón, supongo. Cuando vemos la espectacular y plástica carrera del guepardo detrás de la gacela asistimos a algo que todos llamaríamos natural. Porque naturaleza no es sólo la organización de las abejas o las hormigas, ni la perfecta disposición de los órganos y funciones de nuestro cuerpo, es también lucha, violencia y destrucción, que aperece extraña en contraposición con conceptos creados como el deber, la justicia, la compasión. Que, siendo artificales, son naturales, porque la naturaleza es contradicción y guerra, y paz y armonía, y conservación y destrucción, y amor y odio.
¿Y qué es la ecología? Pues el logos del oikos, o sea, el pensamiento y conocimiento de la casa, que en este caso es un planeta entero, que nos regala paisajes y amaneceres y perritos y gatitos, y también catástrofes descomunales, virus, enfermedades y cientos de millones de muertes diarias y que además incluye un viaje gratuito cada año alrededor del sol.
La séptima acepción dice así: instinto, propensión o inclinación de las cosas, con que pretenden su conservación y aumento. ¡Ay, ingenuos y bienintencionados señores de la Rae con sus letreados sillones! y también la destrucción y disminución de los demás, y hasta de uno mismo si hace falta.
Todo es natural. Por eso la naturaleza da tanto asco, porque también es natural que, a través de mi propio cuerpo, se dé asco a sí misma.

sábado, 31 de octubre de 2009

Halloween

Es curioso. Uno va por la calle o pone el telediario (actividades poco recomendables para un ser humano que pretenda mantener la cordura) y se sorprende de la nueva festividad que nos invade. La noche de brujas, por españolizar el asunto. Pero, sorprendentemente, no se refiere a la Patiño, la Esteban y las cotillonas de Antena 3 (les pongo el artículo porque los nombres propios son para personas), sino a esa bonita tradición del truco o trato. En muchos sitios, se venden más disfraces ahora que en Carnavales. Y esto me hace pensar en este hermoso país pleno de cultura, llamado España, y sus habitantes.
Si os fijáis, salvo contadísimas excepciones, todos nos declaramos sin tapujos enemigos de la "cultura" americana, yanki. Y lo pongo entre comillas porque a duras penas se puede hablar de cultura. Los americanos dan pena. Han tenido un presidente guerrillero e ignorante hasta hace poco. Contaminan ellos solitos lo mismo que el resto del planeta. Su capitalismo salvaje atenta contra la solidaridad y las necesidades humanas más básicas (cosa que no ocurre con los valores y normas de nuestra España). Y, sobre todo y ante todo, son unos incultos, porque no saben señalar dónde está Francia en un mapa.
Nosotros, los españoles en particular y los europeos en general tenemos el apoyo de miles de años de historia y cultura: Homero, Julio César, Carlomagno, Cervantes, Shakespeare, Newton, Darwin... Y, sin embargo, nuestra grandiosa tradición no nos empuja a preguntarnos de dónde viene y qué significa Halloween. Algo extraño, porque en Navidad todo el mundo celebra el nacimiento de Jesucristo en su centro comercial más próximo. Además, nosotros no bebemos su estúpida Coca-cola. Ni nos gusta el glamour de la patética ceremonia de los Oscar. Ni las hamburguesas o los centros comerciales. Ni las series y películas americanas, porque las hacen incultos que sólo se basan en multimillonarios presupuestos. Y, sobre todo y ante todo, cualquiera de nosotros sería capaz de señalar en un mapa Dakota del Norte y afirmar, como una obviedad que es, que su capital es Bismarck.
Yo no me sitúo en ningún bando en particular, consagrado como estoy al noble arte de llevar siempre la contraria. Y todas estas cuestiones son mucho más difíciles de resolver de lo que quiere aparentar un titular de un periódico. El índice de memos por metro cuadrado en Europa será bastante parecido al de Estados Unidos. Como nosotros ya teníamos el Quijote y La vida es sueño cuando ellos todavía lanzaban flechas montados a caballo, y encima ahora son la primera potencia económica (y en cualquier otro aspecto importante) del mundo, nos atrevemos a mirarlos por encima del hombro, con la distancia que nos da el charco que tenemos de por medio. Pero como se sabe, el que imita al tonto es tonto al cuadrado. La estupidez y la incoherencia llega a tal extremo, que en lugar de preguntarnos cómo gestionan el ámbito universitario o la creación de empleo, dentro de poco empezaremos a repartir armas para defender a nuestras familias. Es curioso que los buenos médicos e ingenieros, entre otras profesiones decisivas para el desarrollo de un país, aunque sean españoles, se van a norteamérica a trabajar. ¿Mercenarios como futbolistas? No lo creo. Quizá allí tienen mejores medios que en ningún otro lugar. Quizá allí tienen un sueldo y una estima que se corresponde con la importancia de la labor que desempeñan. Quizá están buscando salida lejos de un país, y una cultura, que les ningunea. Ellos se lo pierden, porque en nuestro país, de rica tradición, sabemos bien lo que hace gente como María Blasco y sus experimentos que consiguieron que un ratón resistiera el cáncer; y estamos muy al día sobre los recortes de presupuesto en ciencia y tecnología; y conocemos las consecuencias de que el dinero en la educación se gaste en ordenadores y punteros láser a costa de la incoporación y formación de profesores. Supongo que estaréis bien informados de ello gracias a los reportajes de Telecinco y al programa de Iker Jiménez.
¡Malditos yankis incultos! Los cultivados europeos no podemos perder el tiempo con las ridiculeces del país del despilfarro y la contaminación. Mejor vamos adelantando las compras de Navidad, que ya pronto los ayuntamientos podrán las luces (algo, como tantas otras cosas, tan original y típico nuestro) que por tan pocos millones de euros nos alegran a todos el corazón. Viva la cultura

martes, 20 de octubre de 2009

Desde arriba

A pesar de cierto vértigo y del dolor de piernas que suele producir el subir escaleras que se cuentan por cientos, merece la pena encaramarse a los lugares más altos de las ciudades para tenerotra perspectiva. Se ve mejor estando allí que en las fotos, pero aún así se aprecia bastante bien.
En ciudades cuadriculadas como Barcelona o Nueva York es aún más impactante la vista de las interminables avenidas, pero éstas tampoco están mal. Sevilla, Florencia y Atenas








domingo, 4 de octubre de 2009

Amor/Odio

Dicen que del amor al odio sólo hay un paso. Y al revés supongo que también. En realidad, no hay mucha distancia de ningún sentimiento humano a cualquier otro, porque lo verdaderamente especial de nuestra condición es la inestabilidad.
De acuerdo con Parménides, si el ser es y el no-ser no es, nacimiento y muerte son sólo una ilusión. Las cuatro raíces (agua, aire, tierra y fuego) se mezclan y disuelven sin cesar y permanecen eternamente iguales e indestructibles. El universo ya no es una sustancia que se transforma, pues las cualidades son ya inmutables, son los elementos últimos de la realidad. Pero existen también dos fuerzas, la amistad y la discordia, que más líricamente llamamos amor y odio, cuyos nombres no importan, pues no son otra cosa que aquello que une y que separa todas las cosas.
Sin embargo, en contra de lo que nos enseña esa estalactita humana llamada Walt Disney, el mundo no es maravilloso cuando gobierna el amor y horrible cuando lo hace el odio. Si sólo hubiera amor todo estaría indisociablemente unido, como una esfera compacta. Si predominase completamente el odio, todo estaría disperso y nada se comunicaría con nada. Ambos tienen que coexistir en lucha, en tensión y alternarse según ciclos.
Aunque en mi ser hay un claro predominio de fuego y de la fuerza del odio, el cambio es inevitable. Estaba leyendo a Epicuro, alguien por quien siempre había sentido un cierto desdén: me parece que el término hedonismo nunca se ha empleado de manera tan absurda; que su atomismo mutila lo más valioso de aquél que, precisamente, plagió sin escrúpulos; que su teoría del conocimiento es la cosa más pobre que he estudiado en mi vida, haciendo de la sensación el criterio último y único de validez y postulando los átomos, invisibles, inaudibles, etc., como la única realidad. En fin, un cúmulo de despropósitos a la vista de todo el mundo; una capacidad especulativa a años luz de cualquier filósofo anterior a él.
Y todo esto, de un plumazo, lo dignifica con la extremada sencillez de su pensamiento y sus máximas. Todo lo anterior de nada sirve si no contribuye a liberarnos de nuestros temores, de nuestros deseos creados y superfluos. La naturaleza establece unos límites adecuados y fáciles de conocer; el dolor es fácil de suprimir y el placer de alcanzar si eliminamos las opiniones que nos alejan de la suprema felicidad, que es la tranquilidad del espíritu, tarea estrictamente individual que puede realizarse al margen de cualquier adversidad externa. La amistad, aquello que dijimos que unía lo disperso, es beneficiosa por la cantidad de bienes que reporta. Tantos, que terminamos por olvidar el utilitarismo, la búsqueda individual del placer, que terminamos gozando con la representación del placer ajeno, con la alegría del amigo y amado. Una felicidad privada, pero compartida. Magnífico

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Infierno

La muerte es un tema que parece aterrarnos a todos por igual. Menos a las señoras que cruzan por la mitad de la calle cuando voy conduciendo y a los pokeros con moto que tanto se preocupan por proteger su codo con el casco, claro. Y digo esto pensando en ese lugar con el que se aterraba durante siglos a todo bicho viviente: el infierno.
Pregunto yo, si Dios es todopoderoso y bondadoso ¿cómo dejó que un ángel se rebelara contra él y fundara una región en la que castigar a los humanos que él había creado a su imagen y semejanza? Pues porque en el cielo no había sitio para todos y le venía bien. Además, todo superhéroe necesita un archi-enemigo, porque somos lo que somos por oposioción a otras cosas, porque sin referencia a los contrarios no podríamos definir nada.
No creo que tal lugar exista. Bueno sí, en realidad llevamos ya bastante tiempo viviendo en él. Como dice mi amigo Schopen, "La vida como péndulo oscila constantemente entre el dolor y el hastío, que son en realidad sus elementos constitutivos. Este hecho ha sido simbolizado de una manera bien rara: habiendo puesto en el infierno todos los dolores y todos los tormentos, no se ha dejado para el cielo más que el aburrimiento". No sé, una eternidad contemplando a Dios puede estar bien, pero a larga...
El caso es que, de existir, la mayoría de nosotros acabaríamos allí. Y reconozco que tengo cierta curiosidad, porque creo que una eternidad siendo sodomizado por Satán me va a parecer como unas vacaciones pagadas comparado con tener que rellenar papeles y formularios para la Junta. Satanás, no me cabe duda, gusta de disfrazarse de funcionario, y mediante la burocracia está extendiendo su dominio sobre la faz de la tierra. Sus secuaces ya no son los que eran: lo de disfrazarse de serpiente, de Hitler, Walt Disney o Ramón García es cosa del pasado. Ahora actúa a través de formularios, currículos, anexos y fotocopias compulsadas. Los tiranos de antaño ahora se llaman "consejero delegado" y en lugar de dirigirnos a ellos como posesiones satánicas con crucifijos, espejos, ajos y mariconadas por el estilo, encima hay que tratarles de "Excelentísimo Señor" y no de "Señor del Averno".
¿Para qué va a comprobar nadie cómo haces tu trabajo si un papel puede ahorrar esa molestia? ¿Para qué va a leer nadie lo que escribes si podemos mirar los índices de impacto y calidad?
Total, que estoy hasta las pelotas y todo será que me coja una gripe A en condiciones para que me pase por los infiernos a ver quién sodomiza a quién.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Contra lo útil

"Pretender que de toda ciencia resulte algo distinto de ella misma y que ésta deba ser útil es propio del que ignora por completo cuánto separa en origen a las cosas buenas de las necesarias, pues se diferencian en grado sumo. En efecto, a las cosas que queremos en virtud de otras, y sin las cuales es imposible vivir, se les debe llamar «necesarias» y «concausas», mientras que las queremos por ellas mismas sin que de ellas se siga ninguna otra cosa, las llamamos con propiedad «buenas». Y es que esto no es deseable por aquello, y aquello en virtud de otra cosa, y prosiguiendo así hasta llegar al infinito, sino que la serie se detiene en algún punto. Es ya, por tanto, del todo ridículo demandar de cada cosa otro provecho más allá de la cosa misma, y preguntar: «¿qué provecho tiene, entonces, para nosotros?» y «¿qué utilidad tiene?» Pues en verdad, como decimos, quien habla así no parece ser el que conoce lo bello y lo bueno ni el que distingue la causa de la concausa" (Aristóteles, Protréptico, 42).
Lo necesario y lo útil nunca son fines en sí mismos, sino que se buscan por alguna otra cosa, por lo que se convierten en esclavos, en actividades serviles. Lo inútil, sin embargo, es lo más excelente de todo, lo que se desea por sí, sin que de ello se derive ninguna otra cosa. Esos son los placeres de la contemplación, los que se buscan por sí mismos, por el mero hecho de conocer, por el simple placer que reporta, algo para lo cual la naturaleza nos ha otorgado una facilidad inimaginable; algo que ya demuestran los niños, con su asombro y curiosidad, y sobre todo con su inocencia aún no pervertida por las costumbres de una sociedad esclava y servil obsesionada con lo útil, con lo que no vale por sí mismo sino que depende de aquello que produce.
Escuché una vez a José Hierro, premio Cervantes si no recuerdo mal, comparar la vida con una pista de patinaje. Allí estamos moviéndonos, patinando, viajando de un lado a otro y, sin embargo, no preguntamos «¿dónde vamos?» Porque la respuesta es a ninguna parte, porque no queremos ninguna otra cosa que no sea el patinar mismo, sin destino, sin objetivo. Es como la vida, que tiene que cubrir ciertas necesidades para sostenerse, la servidumbre de lo útil. También hay que calzarse unos patines para patinar. Pero lo inútil, lo más excelente, es disfrutar del propio viaje, de ese no necesitar ninguna otra cosa que es la libertad suprema.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Destino

"Creo en el destino" es una de esas frases que todos hemos oído decir a alguien en alguna ocasión y que dudo mucho que nadie que la pronuncie entienda el significado de sus propias palabras.
Yo sí creo en el destino, en el de un tren o un avión. "Tren con destino Madrid", dice una voz por megafonía. O sea, que creo en Madrid, lo cual no implica que la ciudad exista necesariamente ni que el tren vaya a llegar, aunque confiamos en que sí.
Quien crea en un ser todopoderoso que domina y decide todos los acontecimientos, pensará que todo sucede según su designio, en cuyo caso aceptará que tiene un sentido del humor ciertamente macabro que los mortales no alcanzamos a comprender.
En caso contrario, no entiendo que alguien afirme que estaba destinado a tal cosa o que "el destino está escrito". Dónde y por quién, pregunto yo. Es una de esas cosas que, producto de la imaginación como es, no puede verificarse y, por lo tanto, no puede demostrarse lo absurda que es. Creo que hay mejores maneras de justificar los hechos que afirmando que una fuerza sobrenatural imprime necesidad a los acontecimientos. El pasado no se puede cambiar, pero eso no implica que las cosas tuvieran que ser necesariamente como fueron de hecho.
Entiendo la típica frase de abuela de "lo que tenga que ser será", pues la experiencia le ha demostrado ya la inutilidad de la voluntad humana. Pero decir que las cosas tenían que ser como han sido me parece la manera más simple y supersticiosa de eludir la responsabilidad. Quien dice cosas así no se considera, paradójicamente, como un muñeco que nada puede hacer manejado por un José Luis Moreno que mueve los hilos de las galaxias. Ni tampoco dudará en culpar a alguien cuando obre en su perjuicio. Y, sin embargo, afirma que su destino era trabajar donde trabaja o que alguien la palmara cuando la palmó.
Si existe un determinismo en la naturaleza, una concatenación de causas y efectos que nos obliga a actuar como actuamos, que nos obliga a reaccionar de una manera fija ante un determinado estímulo o motivo, no podemos saberlo por la infinita conjunción de causas y concausas. Cierto es que al soltar una piedra desde un edificio podemos determinar la velocidad a la que caerá y los destrozos que provocará. Que yo me tropiece con un bordillo por una concatenación inexorable de causas que se remontan al princpio del universo y que no podía evitarlo debido a que la libertad y el azar no son sino una ilusión, ya es más difícil de creer.
Parece que la mecánica cuántica admite la exitencia del azar, aunque nunca sabremos si esta palabra sólo designa nuestro desconocimiento de ciertas causas. Si yo podría haber actuado de diferente modo, o si determinados neurotransmisores, o lo que sea, en mi cerebro, no podían reaccionar de otra manera que como lo hicieron, es difícil de precisar.
Pero si me cago en la madre del subnormal que mi hizo aquello, y me cabreo porque no me llamaste o porque el tren ha llegado tarde, no voy a ser tan incoherente como para decir que tal cosa no podía ser de otra manera, ni ha resginarme como un abuelo que observa imperturbable el transcurrir de los acontecimientos.
De momento, lo poco que sé es que mi destino es la cocina, que ya voy teniendo hambre.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Nombre artístico

Me viene a la mente ese momento chanante en el que presentan a Joseph Ringo quien, con su atuendo vaquero, señala con inteligencia: "Me llamo Miguel Ángel Restrepeda, pero Joseph Ringo suena mejor". Y es que, cuando llega la edad adulta, todos deberíamos tener el derecho de denominarnos como queramos, sin tener que sufrir eternamente el capricho de que nuestros progenitores tuvieran a bien llamarnos Perfecto, Sinforosa o Kevincostner de Jesús. Desconozco que lleva a alguien a llamar a una criatura Dolores, Angustias o Soledad y supongo que será el no pensar lo que significa. Pero si una monja cualquiera tiene el capricho de llamarse "Hermana Presentación" y Razinger Z se convierte de repente en Benedicto (craso error porque molaba más su nombre original), ¿por qué no van a tener derecho a cambiar su nombre quienes no estén a gusto con él?
Ya el verano pasado comenté mi asombro por la paradójica presencia de un deportista conocido como Li Xiao. Pero en los últimos meses estoy escuchando cosas que me desagradan, razón por la que quiero lanzar un llamamiento a un personaje. Se trata de un futbolista de la selección brasileña de fútbol que me impide oncentrarme en las imágenes que veo cada vez que se le nombra. Sí, se llama Elano. No sé nada de portugués, pero espero que en su país no tengan que escuchar cosas como: "Elano recoge el balón" "¡Qué gran jugada de-Elano" o "atención a la falta que va a lanzar Elano" (¿dónde lo va a lanzar, por Dios?!!). Este hombre no debería consentir que su nombre sea lo mismo que ojete. Porque además parece una persona normal, no como Ben Affleck y familia, aquí presentes. Y puede que a él no le moleste, pero los demás no tenemos por qué aguantar comentarios como "ahí arranca Elano".
Lo comenté en una ocasión y llegamos a la conclusión de que sólo podría ser peor apellidarse Porculo, con lo jocoso que resultaría asociado a nombre como Tomás, o algunos femeninos más curiosos como Encarnación o Asunción (dejando ya al margen nombres que son sustantivos abstractos como Amor o Alegría y los ya mencionados Dolores y semejantes).
En cualquier caso, el poner nombres puede ser una tarea complicada y, en algunos casos, debería estar penada y ser motivo de cárcel. No puedo dejar de recordar al gran Rodolfo Mondolfo. Con ese apellido, papá y mamá, ¿tan difícil era haberle llamado José Carlos? Si coincide que te apellidas Verdugo de Dios es pura mala suerte, pero lo de los nombres es cosa de padres resentidos con mala idea o un excesivo sentido del humor.

P.D. Un saludo para Fele y Mamen

martes, 25 de agosto de 2009

El nuevo Partenón

Estamos en Nashville, Tennessee. En muhos sitios del mundo, en USA en particular, existe la costumbre de replicar edificios significativos de otros lugares, pues no hay ciudad modernilla que se precie sin una torre Eiffel. Y prefiero obviar la mención de esas cosas tan horripilantes que gustan tanto en Las Vegas, con hoteles que ridiculizan muchos de los lugares en los que, a diferencia de allí, la palabra cultura tiene todavía algún significado.
Dejando eso al margen, resulta que en Nashville se organizó una feria en 1897,y a alguien se le ocurrió que, como pieza estrella, estaría bien una réplica del Partenón, a tamaño real. El primero estaba hecho en madera y yeso, pero les quedó tan bien que decidieron reforzarlo con cemento para darle la consistencia adecuada, a pesar de que la idea inicial era la de demolerlo como el resto de piezas.
Lo cierto es que desde entonces se han ido esmerando con la réplica, adaptádola lo mejor posible a como se sabe o se cree que era cuando se concluyó el original, en el 432 a. C, para lo cual, lógicamente, sus diseñadores estuvieron un tiempo a medio camino entre Atenas y Londres. Incluso se tomaron moldes de las estatuas originales, todo ello con el propósito de que el visitante tenga una idea aproximada de cómo era aquello en su día.
Hablamos, más o menos, de un edificio de 70 metros de largo, 31 de ancho y columnas de algo más de 10 de alto, que incluso mantiene las curvas y desvíos del original, que buscaban generar un efecto óptico de grandeza que no permiten las estrictas líneas rectas.
Los frontones representan, el uno, el nacimiento de Atenea, a quien vemos junto a su padre Zeus, además de otros dioses;
y el otro, su pugna con Poseidón por hacerse con la soberanía de Atenas. Quién ganó se deduce del hecho de que la ciudad se llama así y no Poseidonia.
Las metopas representan diversas luchas, de dioses y hombre con gigantes, amazonas, centauros, y también algunas escenas de la guerra de Troya.
Éste es un original del Museo Británico y el siguiente, aunque parezca incluso menos elegante, se ajusta más a la realidad, dado el gusto griego por la policromía, que el tiempo y su erosión no comparten.
Lo más impresionante de cuanto se conserva son los frisos, que daban la vuelta entera al templo con una representación de las fiestas Panateneas, las más importantes de la ciudad, por supuesto en honor de su diosa protectora. El amigo Fidias esculpió 350 figuras en 160 metros de nada, representando a mujeres que portaban los útiles necesarios para los sacrificios y vestían el peplo, la túnica que después ofrecían a Atenea.
La escena concluye en la asamblea de los dioses, y se inicia con lo que para mí es más impresionante visto en conjunto (quizá por lo bien conservadas que están algnas partes), los guerreros que aderezan los caballos y los jinetes que ya están en marcha.
Pero los ritos tenían lugar alrededor del tempo y no dentro, pues los griegos para las cosillas de los dioses eran un poco escrupulosos. En el interior, durante una temporada se guardó el tesoro de la ciudad, que no era poco. Pero Fidias se marcó otro detallito. Una estatua de Atenea Párthenos (virgen), que terminó por dar nombre al edficio. Como era de esperar, siglos después fue víctima del saqueó (y usada para pagar a las tropas de la ciudad) y se perdió, a pesar de sus 13 metros de altura. Lo que ocurre es que la ropa y atuendos estaban recubiertos de oro y la piel de marfil. Es verdad que la reconstrucción parece una muñeca gigante de porcelana, pero sirve para hacerse una idea de lo que debía sentir cualquier personilla ante aquello. Vestimenta guerrera, como siempre, una estatua de Nike (la victoria, no las zapatillas) en la mano y una medusa de marfil en el pecho.
Da un idea del tamaño el hecho de que estatuilla que porta mide dos metros. Para más datos, ésta, la réplica inaugurada en 1990, es la escultura interior más grande del mundo e incluso está ligeramente recubierta de un finísima lámina de oro, para un total de 3 kilos, frente a los más de 1100 de la original.
Creo que tengo mejores cosas que hacer con mi cuerpo humano que desplazarlo hasta Nashville, Tennessee, pero me ha precido curioso e interesante. Y tiene que ser toda un experiencia entrar en esta reconstrucción, aunque quizá resulte un tanto artificial. Pero es que el original, probrecillo, con el cañonazo que se llevó en 1687, bastante tiene con lo que tiene.