miércoles, 28 de enero de 2009

Retirada

Se retira un grande del fútbol. Con sólo 32 años y mucha magia por desplegar, se va uno de los grandes: Thomas Gravesen. Una vez más, los medios de comunicación, sectarios e interesados, han olvidado la figura de uno de los futbolistas más extraordinarios de cuantos se han visto. Porque el fútbol no consiste en coger un balón, darle una patada y ponerlo en la escuadra de la portería; no es un regate rápido, un pase preciso, una buena jugada, un control ni un remate. Es mucho más que eso; es, como dijera el poeta del fútbol, un estado de ánimo. No es algo tan obsceno y prosaico como once señores corriendo detrás de una bolita con los calcetines subidos hasta las rodillas. El fútbol es espítritu, es entusiasmo, es sentimiento y, si me apuras, es la metafísica más abstracta.
Porque coger el balón en el medio del campo, regatear a seis defensas, al portero y marcar gol, lo puede hacer cualquiera, independientemente de la cantidad de cocaína que hayan asimilado nuestros órganos internos. Eso no es nada comparado con la capacidad de motivar y dirigir a los compañeros como el general que prepara y guía a sus hombres a la batalla, a la victoria, a la gloria. Porque el carisma , la determinación y una voluntad firme, pueden más que cualquier arma, que los tanques y los aviones de combate, que las bombas de hidrógeno y las de veinte megatones. Por eso, desde aquí, mi homenaje y mi despedida a un hombre de valor, de esos que sólo se aprecian cuando ya no están. Adiós, Thomas.

viernes, 23 de enero de 2009

Excepción

Según el diccionario, cosa que se aparta de la regla o condición general de las demás de su especie.
El otro día mantenía interesantísimas conversaciones acerca de frases memorables que nos llamaban la atención por lo incomprensible de las mismas. Y no era el tema la sabiduría popular que te dice que a quien madruga Dios le auyda y que no por mucho madrugar amanece más temprano. Soy un amante declarado del refranero, pero no veo la sabiduría por ninguna parte, pase lo que pase, hay un refrán para justificarlo todo. Condesendencia popular.
Pero la frase en cuestión que no alcanzábamos a comprender era: "Es la excepción que confirma la regla". Se escriben con g todos los verbos que teerminan en ger y gir. Bueno, todos.... Menos tejer y crujir, las excepciones que confirman la regla. Vamos que alguien pensó en una regla y cuando se dio cuenta de que era una mierda, se inventó la frasecita. La regla, aparte de ese lamentable mecanismo con el que la sabia naturaleza ha tenido a bien castigar a las hembras de los mamíferos, es una norma que se supone universal, que se ha de cumplir en todos los casos. Luego la excepción jode la regla, no vengamos con chorradas para quedar bien.
Otra vez al diccionario, porque hay que saber qué significan las palabras que compoenen frases estúpidas como ésta: 1- Administrar el sacramento de la confirmación. Bueno, ésta no me sirve, ¡pero qué bonito es reafirmarse en la fe con un bofetón del cura y el cuerpo de Cristo con sabor y forma de oblea! 2- Corroborar la certeza o verdad de algo. Cosa que una excepción no hace. 3- Asegurar, dar a alguien o algo mayor firmeza o seguridad. ¡Oh, sí! ¡Qué mayor firmeza para una regla que los casos que la contradicen! Yo es que flipo con la subnormalidad de frase. Es algo parecido a decir:
-Mi hijo es un estudiante magnífico. Bueno, ha sacado dos ceros en inglés y en matemáticas, pero son la excepción que confirma la regla.
-Mi médico me ha dicho que tengo una salud de hierro. Bueno, tengo hepatitis y estoy leproso perdido, pero todo esto confirma que stoy en plena forma.
-Soy una bellísima persona y nunca hago mal a nadie. Bueno, menos aquella vez que maté a hostias a mi vecino, pero el juez me ha absuelto porque dice que esta excepción confirma que soy un tío estupendo.
Todo esto se supone que es una confusión de un proverbio latino (exceptio probat regulam), que viene a significar la perogrullada siguiente: si existe una excepción, tiene que haber una regla de la cual sea excepción. Lo cual me parece una parida semejante a la anterior. "Prohibido aparcar los domingos" sinifica que se puede aparcar el resto de la semana, una regla confirmada por esta excepción. Está visto que en la Edad Media rezaban mucho y se aburrían todavía más, porque hay que ser retrasado para perder el tiempo con esto (como estoy haciendo yo ahora). Lo mire por donde lo mire, me parece una gilipollez como un piano.

domingo, 18 de enero de 2009

¿Por qué querer?



Él la miró y le dijo...
"No sé por qué te quiero. En realidad, no sé por qué quiero, aunque intente entenderlo. Porque querer no tiene nada que ver con elegir, con esa calculadora, esa balanza que es la mente y en la que sopesamos cuantitativamente lo mejor y lo peor. Ya sabes que el conocimiento es sólo un instrumento de la voluntad, que muestra tan sólo los medios para alcanzar los fines que la voluntad ya ha elegido. Pensar no nos hará mejores porque los conceptos no mueven a la virtud, porque la voluntad es la persona. Yo no decidí que la coliflor o la langosta fuesen repugnantes, es algo que se me dio de una vez para siempre. Por más que lo piense, nunca podrán gustarme.
No se quiere nada que no se haya conocido antes, dicen. Mentira. No se conoce nada que no se haya querido antes. ¿Qué es entonces un motivo? Tan sólo la condición para que mi querer se manifieste aquí y ahora, independiente del hecho de que yo quiera y de lo que quiera en general, siendo la razón nada más que el frío calculador que me indica cómo puedo conseguir o escapar de lo que quiero, una facultad de medios y no de fines. Quiero lo que quiero al margen de toda razón, sin causas ni efectos. La inteligencia es esclava de la voluntad. Por eso no soy libre, y por eso te quiero, porque no puedo dejar de quererte"

domingo, 11 de enero de 2009

The cacheters

Una vez más, acudamos a la RAE en busca de ayuda:
Cachetero (o cachetera): Coloquialmente en Puerto Rico, persona que se aprovecha de los demás, aficionado a vivir de cachete.
Pues bien, ahora que ya estamos familizarizados con la jerga caribeña, tengo que contar que en vacaciones he estado preparándome para protagonizar una película que probablemente tendrá buena acogida en este bendito país, que entre sus personajes más emblemáticos cuenta con el Lazarillo, Pajares y Esteso y el gran Paco Martínez Soria. Llámalo picaresca, llámalo jetómetro o más cara que espalda. Esos son los modelos a imitar para la interpretación, algo en lo que el director fue muy insistente. Por eso nos sugirió, como a quien tiene que engordar cual cerdo para un papel, que nos imbuyéramos en el estilo de vida propio del cachetero, para hacer lo que él hace, sentir lo que él siente y gorronear lo que él gorronearía. Y para ello, por su afición a los documentales, intentó introducirnos en su piel por medio de las analogías con la voz somnífera por excelencia: el narrador de los documentales, pues el cachetero, como el depredador de la sabana, e ve inmerso en una lucha por la supervivencia, en la que no está dispuesto a poner ni un sólo céntimo, ya que perdería su identidad, como si el león entregase sus garras o la mofesta renunciase a su repugnante peste.
Lo primero que debe hacer en su lucha gratuita por la supervivencia es aprender de la hiena, que crea amistad y otros vínculos cualesquiera con aquellos depredadores que gozan de multitud de presas. Por lo tanto, los banquetes y fiestas caseras son el principal objetivo del cachetero, aunque no haya de renunciar a esporádicas invitaciones a restaurantes o tiendas de regalos.
Su arma principal es la concentración. No importa en qué conversaciones se halle inmerso, o qué apasionantes vídeos o colección de fotografías le estén mostrando; su vista y su mente jamás se apartarán de la zona del buffet o, en su defecto, del camarero que se aleja con la bandeja de canapés. Sus conocimientos se ponen entonces a prueba, pues ha de calcular la trayectoria más rápida, eficaz y disimulada para obtener la mayor cantidad posible de alimento free.
Como toda existencia, la del cachetero supone una lucha tanto con otra especies como, sobre todo, con la suya, pues el cachetero profesional desconoce la vergüenza, come sin piedad, acapara bandejas y mesas completas e incluso, previsor como hormiga, está provisto de bolsillos, e incluso bolsos para almacenar todo lo que se le ofrezca.
Otro elemento importante de su conducta es el disimulo. Si el cachetero es descubierto, en adelante su presencia resultará molesta, porque a nadie le gusta un chupasangre descarado cerca. No ha de decir sí a la invitación en un primer momento, sino mostrar duda y buscar la insistencia de la presa, que nos dará vía libre para el cacheteo desmedido. Si se trata de una invitación en un restaurante o evento semejante, no ha de olvidar ese típico amago de echar la mano a la cartera, para hacer pensar que tiene cierta intención de pagar. Pero nada más lejos, por lo que este delicado gesto ha de hacerse con timidez e incluso cierta desgana, pues sus consecuencias podrían ser terribles si la presa está distraída.
Pronto empezará el rodaje y la película seguro que será un éxito. Pero llevo tanto tiempo en la piel del cachetero, sobreviviendo sin una peseta en la cartera y llenando mi estómago gracias al esfuerzo y el despilfarro ajenos, que ya no sé si podré volver a gastar algún día.