lunes, 4 de enero de 2010

Rascacielos

Hoy, 4 de Enero de 2010, la casualidad ha querido que tengan lugar dos curiosos acontecimientos.
Hoy se inaugura el que pasa a ser el edficio más grande del mundo. Se trata del Burj Dubai, un modesto rascacielos que aquí veis y por su nombre podréis imaginar dónde se ha construido. Y quizá no sólo por el nombre. Porque si hay una palabra que me sugiere cualquiera de los Emiratos Árabes es "despilfarro". El azar, una vez más, y la geología, quisieron que (como la divinidad del dinero lleva los ojos vendados) el primer pastor de cabras que pasaba por allí, descubriera algunos de los yacimientos de petróleo más grandes del planeta y que además ese viscoso líquido negro fuese el motor del mundo entero. Por eso, como allí algunos tienen tanto dinero como para no preocuparse nunca más por él, se dedican a cosas tan útiles y significativas para la humanidad como construir audis A8 de plata maciza o pistas de nieve en mitad del desierto. Y así, el destino permite combinar los más modernos y vanguarditas diseños con la tradición y el sabor bucólico de matar a las mujeres infieles a pedradas. Porque el dinero no debe hacernos olvidar lo que somos.
Pero, dejando a un lado mi desprecio por un relativismo cultural mal entendido, el edificio en cuestión alcanza los ¡¡818 metros sobre el suelo!! frente a los 529 del Taipei 101, que ahora ocupa el segundo puesto de la lista. Y, para que se hagan una idea aquéllos que, como yo, tienen vértigo en el balcón de un sexto piso, el Burj Dubai es aproximadamente el doble de alto que el Empire State, con su mirador en el piso 86.
Me encantan estos edificios con sus innovadores diseños y su moderna funcionalidad. Recuerdo que hace ya bastantes años paseaba por Nueva York contemplando las imponentes construcciones a pesar de los avisos de mis cervicales. Y uno siempre ha oído eso de: "claro, como aquí no se puede crecer a lo ancho y largo, aprovechan el espacio hacia arriba". Como dice un amiguete, estaría bien si fuera verdad. Hoy en Manhattan ya no cabe ni un solo Starbucks más, pero en los años 20 y 30 ocurría una cosa: que los seres humanos eran igual de vanidosos, soberbios y ostentosos que hoy. Se cuenta que los constructores y propietarios del edificio Chrysler consiguieron permiso para construir en secetro una aguja y desplegarla desde el interior para conseguir así convertirse en el edificio más alto del mundo. Lo cual debió estimular a alguien (cuyas ansias de alcanzar el cielo debían ser inversamente proporcionales al tamaño de su pene) a construir el Empire State y superar el listón un año después. Así que no, no es cuestión de utilidad, de maximizar el espacio y los recursos, sino de hacerse notar. Efectivamente, piensa mal y acertarás. Siempre que haya personas de por medio, de entre dos explicaciones posibles, la más estúpida suele ser la correcta.
Y digo yo, ¿rascacielos? ¿quién inventó esta palabra? ¿es que un edificio rasca? ¿es que se puede rascar el cielo? Entiendo que es una metáfora, pero podrían haber pensado algo mejor, "buscacielos" o "alcanzacielos" o algo menos prosaico como "acaricianubes" (y si no temiera ser políticamente incorrecto diría "atrapaaviones", pero yo no soy así). En fin, los rascacielos, bastante bonitos a la vista y bastante ridículos al pensamiento.
Y hoy, que algún sensiblero dirá por televisión que el cielo está un poco más cerca, hoy 4 de Enero, es el día en el que el sol está más cerca de la tierra (y al revés, claro). Hoy los 150 millones de kilómetros se han quedado en unos insignificantes 147,5. Hoy la luz con que lo vemos brillar ya no es la de hace 8 minutos y 19 segundos, sino la de algún segundito menos. Una estrella relativamente pequeña, pero de las más brillantes, nacida hace 5000 millones de años y con combustible para otros tantos. Tiempo suficiente para que algún pastor de cabras construya allí otra pista de nieve.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Has tocado demasiados temas jugosos a los que incarles el diente y tengo demasiado poco tiempo.

Pero yo también soy de la opinión que estos cultos a la vanidad individual (de un individuo o de una comunidad, me da lo mismo) son una grandísima estupidez.

Un abrazo!

Inma Cañete dijo...

Me gusta mucho como escribes. Revuelves los temas con mucha fluidez, casi sin esfuerzo.

Johnny Mannes dijo...

¡Madre mia!No quiero ni pensar en una reunión de vecinos de ese edificio.
Asombroso a la vez que grotesco.