lunes, 8 de junio de 2009

Humildad

Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.
Hace poco escribía por aquí que la modestia no me parece una virtud porque considero que consiste en generar una falsa apariencia con el propósito de que finalmente se nos alabe. Sin embargo, la humildad sí que lo es y la definición que cito de la Real Academia me parece perfecta. Como la cabra tira al monte, a mí me recuerda a otras cosas que he leído y estudiado. "Conócete a ti mismo", decía la inscripción del oráculo de Delfos. Sócrates paseaba un día con un delincuente, y a pesar de ello amigo, pues la ciudad finalmente consideró que él también lo era, a orillas de un río cuando se toparon con un altar consagrado a un dios. Y este amigo le preguntó si creía que la historia que se cuenta sobre ese dios era verdadera, sabiendo que Sócrates no solía dar crédito a este tipo de narraciones. Sin embargo, le contestó que no había necesidad de corregir tales narraciones, ni de gastar el tiempo en buscar una explicación racional del mito, ni de rectificar las Gorgonas y los Pegasos: "El motivo, amigo mío, es que no puedo aún conocerme a mí mismo, según prescribe la inscripción de Delfos. Y me parece ridículo, ignorando todavía eso, considerar lo que a mí no me atañe".
Sócrates entendió el "cónocete a ti mismo" como una invitación al reconocimiento de la naturaleza humana, de los límites naturales de la misma, y de lo que se puede y debe hacer conforme a ella. La serpiente dijo a Adán y Eva: "seréis como dioses", y ahí estuvo su pecado, en la soberbia, en pensar que podrían evadir las limitaciones de su propia naturaleza. Los sabios de Grecia recomendaban una conducta prudente, actuar según medida, pues los dioses castigan a los soberbios como quien derriba una torre de Babel que pretende llegar al cielo.
Entiendo ahora mi natural castigo, que recibo como Odiseo después de burlar al cíclope, quien no supo reprimir su vanidad después de sus hazañas y, en lugar de guardar su anonimato, le dijo desoyendo los consejos de sus amigos: "Cíclope, si alguno de los mortales hombres te pregunta por la vergonzosa ceguera de tu ojo, dile que lo ha dejado ciego Odiseo, el destructor de ciudades; el hijo de Laertes que tiene su casa en Itaca".
Así, él mismo fue el causante de sus desgracias, y yo espero, como Sócrates, poder encontrar mis límites y liberarme del pecado cometido, dudando incluso si el saberse soberbio con constituye, a su vez, una soberbia mayor.
"Escúchame tú, Poseidón, el que abrazas la tierra, el de cabellera azuloscura. Si de verdad soy hijo tuyo -y tú te precias de ser mi padre -, concédeme que Odiseo, el destructor de ciudades, no llegue a casa, el hijo de Laertes que tiene su morada en Itaca. Pero si su destino es que vea a los suyos y llegue a su bien edificada morada y a su tierra patria, que regrese de mala manera: sin sus compañeros, en nave ajena, y que encuentre calamidades en casa".


3 comentarios:

Logan y Lory dijo...

Asumir la propia soberbia es iniciar el camino hacia la humildad.

Un abrazo.

La estatua del jardín botánico dijo...

Has escrito un texto maravilloso. No seas modesto y reconócelo. En la belleza, últimamente, no has tocado aún el límite.
Un beso y un abrazo.

Conxa dijo...

He tardado en pasar,pero afortunadamente para mí he pasado.

un texto genial,una manera gratisima de hablar de la modestia y la soberbia.