viernes, 31 de octubre de 2008

Despedida

Pues sí, llegó la hora de volver. Y como en realidad no tengo nada especial que contar, mejor dejo unas fotillos, porque siempre he llevado la cámara en el bolsillo, por lo que pudiera pasar. Aparte de la biblioteca, como veréis, he tenido tiempo para recorrer las calles, visitar algunos museos y recorrer los magníficos parques de la ciudad. Sin duda, de las cosas que más me ha gustado, porque en una ciudad en la que hay tantísima gente, tanto ruido y tantos edificios, se agredece mucho encontrar un parquecito cada tres pasos, todos tan verdes y cuidado y con tantos árboles diferentes. En fin, supongo que algún día volveré y recordaré todos estos días y todos estos luagres, que de alguna manera han formado parte de mi día a día.







sábado, 25 de octubre de 2008

Oda a la red

Ahora mismo estoy estudiando, entre una variedad de cosas, que siempre es como a mí me gusta, una variedad que da vueltas en torno a lo mismo, un tema que obviamente me resulta muy interesante. Muy básicamente consiste en lo siguiente: hubo un momento de la historia occidental en que se produjo un cambio completamente decisivo para la humanidad y sus individuos, que fue la aparición de la escritura. ¿Cómo era el mundo antes de eso? Pues, en cierto modo, es difícil de comprobar, porque las palabras, como sabemos, se las lleva el viento. Por eso tuvo que inventarse un método para conservar las viejas historias y las tradiciones, que eran lo único que podía generar el sentimiento de pertenencia a un pueblo o una comunidad más o menos amplia. Y así, la poesía no nació como algo ornamental, ni siquiera como un simple entretenimiento, sino como una necesidad de conservar el pasado en la memoria colectiva. ¿Y por qué? Pues por la misma razón por la que nosotros mismos podemos recordar estupendamente una canción oyéndola muy pocas veces y olvidamos cosas que hemos leído mil. Las rimas y los acompañamientos musicales no eran otra cosa que herramientas mnemotécnicas, igual que hoy los apuntes de los muchachos se llenan de colorines fluorescentes que dejan al alumno al borde del ataque epiléptico, como los Pokemon. Pero, chorradas al margen, sabéis a lo que me refiero. Y por todo eso, los versos siempre se acompañaban de música de flauta o de lira, y generalmente también de algún tipo de danza. Todo aquello era la “música”, porque sólo las Musas, pensaban, pueden hacer que alguien recuerde 26000 versos, cuando en realidad era su asombroso ingenio el culpable.
Sin embargo, se inventó una manera de fijar todo aquello que no era más que un sonido efímero. Y con ello, fue posible distanciarse de lo que uno decía y de lo que llenaba su memoria, haciendo más fácil el pensamiento abstracto. Por eso, hay quien piensa que nunca el hombre experimentó una revolución semejante a causa de un “simple” cambio en la tecnología de la comunicación. Un nuevo medio de comunicación supuso nuevas formas de pensar y de interactuar, de relacionarse con el pensamiento y con los otros. Y es que, según algunos, el medio es el mensaje.
Ahora estamos en un proceso semejante, en el que ha aparecido una tecnología revolucionaria que os sonará porque se llama Internet. Mucho más allá de los cambios provocados por la aparición de la imprenta, la radio o la televisión, Internet ha cambiado nuestra forma de relacionarnos con el entorno, con la información y con los otros, y progresivamente irá modelando, en cierto sentido, nuestra forma de aprender, de pensar y actuar. En aquel momento se pasó de conservar las historias del pasado remoto en la memoria colectiva a la acumulación del saber en libros y documentos. Ahora, en cambio, basta un clic para acceder a cantidades de información que no cabrían ni en todas las bibliotecas del mundo, dejando al margen la comparación entre esa cantidad y la que se puede almacenar en un cerebro humano. Es una herramienta que nos permite mayor interactuación que cualquier otro medio, en el que no entra en juego sólo lo visual, o lo auditivo, sino que, como se dice ahora, nos adentra en un ámbito “multimedia”.
Una revolución que se recordará y estudiará dentro de cientos e incluso miles de años, como momento decisivo en la evolución de la comunicación entre seres humanos y de la civilización como tal.
Pero lo que quiero hacer hoy es simplemente expresar mi gratitud hacia aquellos que crearon y configuraron este invento tan maravilloso, este pozo sin fondo que me permite acceder a lo que quiero y me interesa y comunicarme con quien quiero desde cualquier lugar. Es verdad que la red es en su mayoría un almacén de pornografía, lugar favorito de pederastas y estafadores de diversas clases, una herramienta capaz de eliminar toda privacidad, cuya supuesta democratización puede convertirse en una colonización cultural, incluso con cierta capacidad de control por parte de algunas empresas, entre las cuales no quiero mentar a la que sutenta este blog; un medio que en muchos casos suprime el enriquecedor contacto directo entre seres humanos y que a todos nos hace parecer sabios con sólo cortar y pegar un artículo de la wikipedia, amén de una inmensa cantidad de problemas jurídicos irresolubles actualmente y un largo etcétera casi tan infinito como la propia red. Pero también es cierto que existen libros que están hechos de mierda de 24 quilates, que las palabras sirven para engañar, para insultar, dañar y esclavizar, y no por eso vamos a dejar de enseñar a leer y escribir a los niños. Cuando apareció la escritura, hubo alguien que quiso advertir de todos sus peligros, que llamó la atención sobre el problema que suponía el hecho de que ya no existiese la necesidad de aprender y recordar, puesto que un papiro o un pergamino podían hacerlo por nosotros. Sin embargo, nos lo dijo por escrito, pues siempre hay una manera buena y adecuada de hacer uso de una herramienta tan útil como ésta, por peligrosa que sea. Comparaciones odiosas al margen, yo mismo aprovecho este “espacio” o “ente virtual” o lo que sea, para invitar a una reflexión sobre la capacidad de imbecilización de un medio que hoy, tal como nos lo muestran los anuncios de mi querida compañía telefónica nacional, resulta casi indispensable para que nuestros jóvenes amplíen sus conocimientos y accedan a la información, a toda, de una manera rápida y directa.
Pero hoy sólo quiero dar las gracias a quienes inventaron esta ventana al mundo, que me permite estar cerca estando lejos.

lunes, 20 de octubre de 2008

Canaletto

Aprovechando la coyuntura, me he dedicado a hacer visitas a distintos museos, porque aquí hay bastante donde elegir. Y no sabía muy bien cómo hacer las entradas, así que en vez de una muy largas haré un par, porque en ésta quiero poner unas imágenes que me han llamado muchísimo la atención.
El viernes por la tarde estuve en la National Gallery, en Trafalgar Square.

Está bien, pero nada espectacular. Algún Van Gogh , Cezanne e incluso un Velázquez, que es la joya del museo, pero en general son cosas poco conocidas. Por supuesto está bien, pero nada comparado, por ejemplo con otros museos de pintura, como los de Madrid. Pero la sala que más me llamó la atención fue la dedicada a Canaletto. Nada más entrar, u no sabe perfectamente lo que está viendo, porque todas las imágenes son de la misma ciudad. Todo el mundo la conoce y cuando uno ha estado reconoce los lugares concretos porque desde que la pintara allá por el siglo XVIII no parece que haya cambiado demasiado.


Tiene su gracia que este pintor se llamase Giovanni Antonio Canal, y le pusieran el sobrenombre de Canaletto. Cuando llegué a casa por la noche, busqué cosillas ahora que tengo Internet y me llevé una sorpresa muy curiosa. Guardé las imágenes que habéis visto y descubrí que por extañas circunstancias, este pintor tuvo que marchar a Londres desde 1746 a 1755, época en la que, siguiendo con su estilo, se dedica a pintar paisajes callejeros y, por supuesto, el río y su actividad. Por lo que he leído, dicen los entendidos que estas obras pierden la calidad y fluidez de su primera época, pero yo que no tengo ni idea, simplemente he podido comprobar lo diferente que era todo esto por aquel entonces. Espero que os gusten las imágenes tanto como a mí




martes, 7 de octubre de 2008

Un día cualquiera

Me levanto. Es temprano. Mucho más de lo que me sugiere mi propio cuerpo, que a estas horas normalmente no responde a ningún tipo de estímulo. Pero el entorno me lo pone fácil. Supongo que no existe una palabra para designar la persiana, porque cuando no existe el objeto es difícil crear una palabra que, aunque tenga sentido, carezca de referencia. Entran los rayos de sol, que yo creía era fuente de luz y de calor, aunque empiezo a dudar lo segundo. Aquí esa enorme bola de fuego funciona como bombilla pero no como estufa.
Café soluble y leche en un minúsculo tarrito de plástico. No es muy bueno pero podría ser peor. Camino hasta la estación de metro. Poco tiempo, una o dos paradas, depende de dónde vaya. Salgo y cruzo el parque. Podría no hacerlo pero lo hago por si veo alguna ardilla. De hecho, lo hago porque siempre veo ardillas, se acercan a ti, no tienen vergüenza.


Entro en el edificio. Subo por las escaleras y, al llegar, dejo mis cosas en la taquilla y cojo el ordenador. Uso el carnet para entrar y tanto la señora como la chica de la biblioteca me ven, me saludan y sonríen. Obviamente, se acuerdan de mí. No sé si les caigo bien o les hago gracia, pero no me importa porque me gusta que sean tan amables conmigo.
Mis tripas rugen y salgo a comer. Intento probar cosas nuevas y entrar cada día en un sitio diferente, siempre dentro de mis estrictas limitaciones económicas. Si me apetece tomo el té y levanto el dedo meñique para que todo el mundo vea que estoy perfectamente integrado en su mundillo. A veces me rebelo contra el mundo y pido un café.


Vuelvo a la biblioteca otro rato hasta que me canso. Entonces, quedo con mi amiga si tiene tiempo, y si no me voy de paseo. Camino y camino buscando algún sitio interesante, o algún rincón en el que sacar una buena foto. Oscurece pronto y, si todo va normal, llueve. Así funciona esto, los días tienen una variedad infinita de tonos, entre el gris y el negro y el negro y el gris, abarcando todo ese espectro. A ratos es desagradable, pero por lo menos aquí no saben lo que es el viento del norte.
Después de mucho caminar, vuelvo a mi habitación, andando si estoy cerca o en el metro si el viento me ha llevado lejos. Enciendo un rato la tele, tan mala como en cualquier lugar del mundo. Me canso rápido y enredo un rato con el ordenador. El día ha sido largo. Disfruto un rato de la sensación de calor en la cama y por fin cierro los ojos.
Y hasta mañana


Lo traía escrito de casa. Disculpen ustedes pero no tengo tiempo para pasar por sus respectivos hogares virtuales. A partir del día 15 creo que volveré a estar comunicado. Un saludo a todos